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  • Cinco panes y dos peces

    lunes, 24 de enero de 2011

    Algo aparentemente tan sin importancia, como cinco panes y dos pescados secos, dieron origen a uno de los más grandes milagros de Jesús. Este relato, nos muestra como el Hijo de Dios, no sólo se preocupa de darnos el pan de vida de su doctrina, sino que también siente compasión por nuestras necesidades humanas básicas, porque Él nos dijo: “mientras os dedicáis a la obtención de las realidades eternas, debéis también disponer para las necesidades de la vida temporal”. Si analizamos el inmenso entusiasmo de la gente, nos daremos cuenta que ellos no estaban junto a Jesús porque alguien los obligara, tampoco buscaban bienes materiales, ni siquiera como en otras ocasiones, pedían que sanara a sus enfermos.

    La multitud, simplemente quería escuchar a Jesús y embelesado por sus palabras, olvidaban hasta el hambre que sus estómagos tenían que sentir después de tres días lejos de sus hogares.
    Escuchar a Jesús con esa misma dedicación, es primordial para acercarnos a la enseñanza y comprenderla. Escuchar es aquietar el bullicio interior y el hambre de consumismo. Es olvidarse de uno para pensar en el Todo, porque “la religión es primero una adaptación interior y personal, pero luego se vuelve un asunto de servicio social y de adaptación al grupo” porque si no es un egoísmo y un autoengaño.Jesús había alimentado espiritualmente a la multitud, pero como hombre sabía de sus necesidades materiales y dijo: "¿Qué vamos a hacer con la multitud? Hace ya tres días que están con nosotros, y muchos de ellos tienen hambre. No tienen comida." Antes de que los apóstoles tuvieran la posibilidad de expresarse, Jesús se volvió hacia Andrés y Felipe, diciendo: "No quiero despedir a esta gente. Están aquí como ovejas sin pastor.

    Me gustaría alimentarlos. ¿De cuánta comida disponemos?" Mientras Felipe conversaba con Mateo y Judas, Andrés buscó al joven Marcos para averiguar cuántas provisiones quedaban. Volvió hacia Jesús, diciendo: "Al muchacho sólo le quedan cinco panes de cebada y dos pescados secos" “Jesús permaneció en silencio durante un momento. Había en sus ojos una mirada lejana. Los apóstoles no decían nada. Jesús se volvió repentinamente hacia Andrés y dijo: "Tráeme los panes y los peces." Cuando Andrés le trajo la canasta, el Maestro dijo: "Ordenad a la gente que se siente en la hierba en grupos de cien, y que designen a un jefe para cada grupo, mientras traéis a todos los evangelistas aquí con nosotros." El Hijo de Dios, pudo haber alimentado a la multitud haciendo brotar de la nada la comida, sin embargo pidió la colaboración humana,

    Jesús busco la materia, para enseñarnos que ella es la base para nuestras transmutaciones espirituales, “de lo humano a lo divino por el poder y la fuerza de nuestras propias decisiones”Debemos aprender de Jesús y no despreciar la materia, por el contrario usémosla en nuestro beneficio espiritual porque “ella está sujeta a la gravedad lineal, excepto cuando es modificada por el movimiento y condicionada por la mente” Puede parecer una paradoja, pero es a través de la energía materia, que crece nuestro espíritu y también el de nuestro Espíritu, enriqueciendo a su vez al Supremo. “La humanidad, no asciende sin esfuerzos en el universo, pero tampoco evoluciona el Supremo sin acción inteligente y propósito.

    Las criaturas no alcanzan la perfección por simple pasividad, ni tampoco puede el espíritu del Supremo alcanzar el poder del Todopoderoso, sin el ministerio y servicio incesante de la creación divina.” porque Dios se puede realizar, sólo en los dominios de la experiencia humana.” De quien poco o nada se habla, es del muchacho que tenía los cinco panes y los dos pescados, su generosidad, su olvido de sí mismo en bien de los demás, fue el gesto que facilitó el milagro de Jesús, es el símbolo que nos debería representar, porque aunque nos parezca mentira Dios necesita de nuestro consentimiento para multiplicar sus dones en cada uno de nosotros, porque “el ciclo está predestinado, pero la participación del hombre en él, es facultativo, personal y experiencia” y “de este modo, el espíritu de la divinidad, se vuelve humildemente obediente a la elección de las criaturas de los reinos.” porque “ni siquiera Dios puede imponer la salvación a quien no lo desee” “Jesús cogió los panes en sus manos y, después de dar las gracias, partió el pan y lo dio a sus apóstoles, que lo pasaron a sus compañeros, quienes a su vez lo llevaron a la multitud. Jesús partió y distribuyó los peces de la misma manera. Y aquella multitud comió hasta saciarse. Cuando hubieron terminado de comer, Jesús dijo a los discípulos: "Recoged los trozos que quedan para que no se pierda nada." Cuando terminaron de recoger los pedazos, tenían doce canastas llenas. Unos cinco mil hombres, mujeres y niños habían comido en este banquete extraordinario.” Otra nueva enseñanza, no basta recibir hay que saber cuidar lo que se nos entrega para que nada se pierda. Me hace recordar la parábola de los talentos cuando el señor reprende al siervo no por haber perdido el talento recibido, sino porque no lo había hecho fructificar, ni tampoco lo había compartido.

    No necesitamos pensar demasiado para darnos cuenta de lo mucho que hemos recibido ¿qué estamos haciendo con ello? ¿Somos capaces de imitar al muchacho del relato y entregarle a Jesús nuestros dones para que él los distribuya como mejor le parezca? o ¿nos apegamos a lo recibido sin pensar ni en Dios ni en nuestro prójimo? ¿Somos instrumentos dóciles y útiles en las manos divinas? “Como hombres mortales y materiales, vosotros sois ciudadanos de los reinos terrestres y deberíais ser buenos ciudadanos, mejores que muchos, por haber renacido como hijos espirituales. Como hijos esclarecidos por la fe y liberados por el espíritu, os enfrentáis con una doble responsabilidad de deber, hacia el hombre y hacia Dios, mientras que voluntariamente deberíais asumir una tercera y sagrada obligación que es el servicio a la hermandad.” conscientes que lo que tenemos lo hemos recibido en fidecomiso para que lo hagamos fructificar.Si quisiéramos, si nuestra voluntad estuviese entregada a la voluntad de Dios, podríamos tener un papel tan preponderante como el que tuvo el muchacho del relato, nuestros dones también se podrían multiplicar si los supiésemos compartir con generosidad, con la multitud que nos rodea y que también está agobiada por el hambre espiritual y material. Hoy en día, también hay una tremenda multitud que tiene hambre espiritual y también hambre física y al hacernos consciente de ella, muchas veces, hasta con indignación nos preguntamos ¿dónde está Dios ante tanta miseria? Y olvidamos que somos nosotros los que tenemos que ser los instrumentos propicios, para que Él se manifieste con sus dones.No son los gobiernos, ni las leyes, ni las religiones, las que pueden dar de comer espiritual y materialmente a la sociedad hambrienta, la responsabilidad es de todos y cada uno de nosotros, porque no somos seres aislados, pertenecemos a un conglomerado, en donde cada una de nuestras acciones tiene una repercusión cósmica. Cada queja, cada protesta al sistema, si no va acompañada de una solución particular, sólo agrava el mal, porque una conducta individual inconsecuente, aumenta lo negativo mucho más de lo que podemos imaginar, pues nuestros pensamientos contaminan el éter del planeta e impiden con su pesimismo, que se haga realidad la certeza de que “la victoria coronará nuestros esfuerzos unidos por esclarecer al mundo y liberar a la humanidad.” Lo que el mundo y Dios necesita de nosotros, no son quejas de todo lo mal que está el mundo, sino obras concretas para mejorarlo, no por decretos inútiles, sino por verdades vivas que hagan renacer al ser humano y le devuelvan la esperanza que “la evolución humana sigue progresando y que la revelación de Dios al mundo, en Jesús y por Jesús, no fracasará.” Nosotros podemos contribuir en forma práctica para que el hambre de la humanidad sea saciada, pero para ello debemos tener un interés real por participar de alguna forma en solucionar los problemas que nos aquejan. Es cierto que la gran mayoría de nosotros no tiene influencia en las decisiones de los gobiernos, pero nuestra mente creadora puede ingeniárselas para actuar en nuestro micro cosmos particular, con una mayor generosidad con quienes tienen menos que nosotros. Dios necesita de los humanos, para que cumplamos nuestro rol en la evolución cósmica, necesita que le entreguemos conscientemente nuestra voluntad, porque “ni los ángeles, ni las Personalidades, se dedican directamente a influir sobre el pensamiento humano, esa es prerrogativa exclusiva de vuestra personalidad.” 1205 es nuestro libre albedrío quien debe elegir ser un instrumento que ayude para que los planes divinos se realicen y el mundo sea mejor. Debemos creer en el poder de Dios, pero también en el de nosotros y con generosidad ofrecerle lo que tengamos, al igual que el muchachito que tenían los panes y los peces. Dios está siempre pronto a entregarnos sus dones en abundancia, pero antes necesita que le demostremos nuestro deseo sincero de ser como Él, y creer con fuerza que esto es posible, porque “la evolución, puede ser lenta, pero es enormemente eficaz.” Creer en la evolución, es nuestro gran aporte a su realización, porque recordemos que nuestros pensamientos son creadores, debemos pues creer que “el propósito eterno de Dios, es un ideal altamente espiritual y que los acontecimientos del tiempo y las luchas de la existencia material no son otra cosa, que los andamios transitorios, que tienden un puente hacia el otro lado, hacia la tierra prometida de la realidad espiritual y la existencia eterna” si somos capaces de creer en estos propósitos divinos y con nuestra vida cotidiana, damos testimonio de que somos hijos de Dios, sin duda que estaremos creando un mundo mejor. Como hijos esclarecidos por la fe y liberados por el espíritu, os enfrentáis con una doble responsabilidad de deber, hacia el hombre y hacia Dios, mientras que voluntariamente deberíais asumir una tercera y sagrada obligación que es el servicio a la hermandad.” sin esta preocupación por nuestros hermanos todo lo que podamos decir, será palabra muerta, porque sólo las obras son testimoniales.